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Homilía Tiempo de Adviento; I Domingo de Adviento 29/11/2015

 

ADVIENTO: ANUNCIO DE LA LIBERACIÓN

Por: Edinson Edimer Sucerquia Taborda                                                                                                                                Seminarista del grado III de Teología 


PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO

Iniciamos el tiempo de Adviento, y es absolutamente necesario que nosotros como cristianos sepamos vivir esta oportunidad que nos regala Dios por medio de su Iglesia. Pues bien, el Adviento es la espera de nuestro Señor Jesucristo, es hacernos conscientes de que vino en otro tiempo y se instaló en nuestro mundo, es tener la certeza de que todos los días viene para acompañarnos y quedarse con nosotros, y es la manifestación de nuestra fe que nos hace tener la esperanza de que vendrá para reconciliar todo la creación con el Padre.

La liturgia de la Palabra quiere despertar nuestra esperanza; nos invita a estar vigilantes y a sentirnos necesitados de una conversión personal y comunitaria que permita un encuentro decisivo pero dichoso con El Señor. En las lecturas se nos dan con claridad las pautas para dicho encuentro: practicar la justicia y el derecho en la tierra, caminar por el sendero recto de la bondad y el servicio, la práctica del amor entre los hermanos, y la oración como el mejor medio de preparación para la venida del Señor.

El texto del Evangelio de Lucas presenta varios elementos cósmicos que no deben ser interpretados como una descripción de los acontecimientos del fin del mundo, sino que dichos elementos ayudan a comprender la diferencia de la primera venida del Señor con la segunda. O sea, si Jesús en su encarnación vivió en la humildad y las limitaciones humanas, ya en la segunda venida vendrá con gran poder y gloria dominando cualquier elemento natural, utilizando su fuerza poderosa para la Salvación de todos los hombres, de toda la creación.

Lucas se enfrenta a la tranquilidad de los cristianos, al “relajamiento” con respecto a las exigencias evangélicas, a las tareas de evangelización; tal vez la Parusía (la segunda venida) no se ve llegar, la felicidad plena ofrecida por Dios no se ve tan claramente, y es ahí donde los cristianos empiezan a entregarse a las felicidades pasajeras ofrecidas por el mundo, porque son más asequibles y se consiguen con más facilidad. 

Es en este punto donde Jesús propone a sus seguidores el medio para lograr mantenerse vigilantes, sin dejarse perturbar por las cosas que ofrece el mundo y que no permiten su presentación segura ante el Hijo del Hombre, ante el Dios que Salva y da vida eterna; dicho medio es la oración que de alguna manera hace fuerte al cristiano y lo prepara para el dichoso encuentro.

Debemos trabajar para conseguir el dichoso encuentro con Jesús; el texto evangélico no puede ser motivo de miedo y temor, sino que debe ser una motivación esperanzadora para una verdadera felicidad que no tiene comparación con las “felicidades” pasajeras que ofrece el mundo.

Así como cuando una persona espera visita en su casa, prepara todo, aseando, disponiendo todo para que haya un encuentro agradable y satisfactorio para el visitante, así mismo debemos preparar nuestra alma aseándola de toda suciedad de pecado, disponiéndola para un encuentro dichoso con El Señor a partir de obras de caridad y amor hacia los otros; con mayor razón porque Jesús no es una simple visita que llega y se va, sino que es la persona que viene a nuestro encuentro para quedarse y darnos vida, felicidad y dicha en plenitud.